No buscan atención hasta que sus casos son tan graves que los médicos ya no pueden salvarlos.
Ciudad de México.- Un auto Suzuki gris se detuvo afuera del Hospital General de México y dejó en la entrada a Víctor Bailón, que batallaba para respirar.
Tenía días de rehusarse a ir al hospital, convencido de que los médicos estaban matando a pacientes de coronavirus. Para cuando entró tambaleándose al área de triaje y se colapsó en el suelo, era demasiado tarde.
“¡Papito, respira!”, le gritó su esposa. “Por favor, respira”.
En un lapso de una hora, Bailón había muerto.
México está luchando con uno de los peores brotes de coronavirus a nivel mundial, con más de 52 mil defunciones confirmadas, la tercera cifra más alta del mundo.
Y su lucha ha sido aún más dura por un fenómeno generalizado: un miedo profundamente arraigado a los hospitales.
Muchos mexicanos dicen tener buena razón para desconfiar de los hospitales: casi 40 por ciento de las personas internadas con casos confirmados de coronavirus en la Ciudad de México, el epicentro del brote en el país, termina muriendo.
Ésta es una tasa de mortalidad elevada aún si se compara con algunos de los peores focos de infección a nivel mundial, de acuerdo con datos gubernamentales.
Durante el pico de la pandemia en Nueva York, menos del 25 por ciento de pacientes de coronavirus murió en hospitales, calculan algunos estudios.
Aunque esa estadística podría ser imprecisa a raíz de las pruebas limitadas, médicos e investigadores confirmaron que una cifra alarmante de personas está muriendo en hospitales de México.
Durante un aumento en el número de casos en mayo, alrededor de la mitad de todos los pacientes de coronavirus en la Capital mexicana fallecía en un lapso de 12 horas luego de llegar al hospital, indicó Olivia López Arellano, Secretaria de Salud de la Ciudad de México.
En Estados Unidos, la gente que muere normalmente pasó cinco días en el hospital.
Por mucho tiempo este problema ha asediado a países abrumados por enfermedades desconocidas.
Durante la epidemia del ébola en 2014, muchos en Sierra Leona creían que los hospitales se habían convertido en trampas mortales sin esperanza, llevando a la gente enferma a permanecer en casa y propagar involuntariamente la enfermedad a sus familias y vecinos.
En México, está sucediendo un ciclo vicioso similar. Al tiempo que la pandemia aplasta un sistema de salud ya de por sí débil, con cuerpos acumulándose en cajas refrigeradas, muchos mexicanos ven el pabellón para enfermos de Covid como un lugar donde la muerte los espera y que debe ser evitado a toda costa.
Las consecuencias son severas, dicen enfermeros y funcionarios de salud. Los mexicanos se esperan a buscar atención hasta que sus casos son tan graves que los médicos no pueden hacer mucho para ayudarlos.
Miles están muriendo antes de siquiera ver el interior de un hospital, al sucumbir ante el virus en taxis camino a los nosocomios o guardando cama en casa, arrojan datos del Gobierno.
Muchas de las personas que mueren en casa en México o camino al hospital nunca son sometidas a una prueba de coronavirus, por lo que no son contabilizadas como víctimas de esta enfermedad.
En vez de ello, caen en un hoyo negro estadístico de decesos que no son relacionados oficialmente con la pandemia.
El Gobierno acaba de reportar que, en los últimos meses, hubo 71 mil muertes más que las esperadas comparado con años anteriores, una señal de que el coronavirus ha cobrado más vidas que las que sugieren las cifras oficiales.
En un sondeo publicado el mes pasado, casi un 70 por ciento de los mexicanos dijo que se sentiría “inseguro” llevando a sus seres queridos al hospital durante la pandemia. Una tercera parte respondió que preferiría cuidar por sí misma de sus familiares.