1. Introducción
Buenas tardes. Quisiera agradecer al presidente Jordan y al Banco Nacional Suizo por ser coanfitriones de nuestra conferencia de alto nivel aquí en Zúrich.
Nuestros debates el día de hoy, en la décima edición de esta conferencia, se han centrado debidamente en una pregunta clave: cómo garantizar un sistema monetario internacional estable, eficiente e inclusivo que sea adecuado para la era digital.
Este sistema de reglas, mecanismos e instituciones que rigen los acuerdos monetarios y el flujo de capitales entre países ha evolucionado a lo largo de décadas. Y para continuar promoviendo la estabilidad financiera y el desarrollo económico en todas partes, debe continuar evolucionando y adaptándose en un mundo en rápido cambio.
Basta mirar la impresionante red de carreteras y ferrocarriles de Suiza, con puentes y túneles, diseñada para atravesar un terreno variado y, a menudo, adverso. Así también debemos asegurarnos de que el sistema monetario internacional tenga un diseño apto para un panorama económico mundial dinámico.
De cara a un futuro digital, el sistema también debe resistir las crecientes fuerzas de la fragmentación,
que se han intensificado a raíz de la invasión rusa de Ucrania. Al enorme sufrimiento humano que esto ha causado, se suma el shock a la economía mundial y un drástico aumento del riesgo de una «nueva Guerra Fría». Un mundo que podría fragmentarse en «bloques económicos», creando obstáculos para el flujo de capitales, bienes, servicios, ideas y tecnologías entre países.
Estos son los verdaderos motores de la integración que han potenciado la productividad y mejorado los niveles de vida, triplicando el tamaño de la economía mundial y sacando a 1.300 millones de personas de la indigencia en los últimos 30 años. Por ese motivo, el costo de la desintegración sería enorme, y los más afectados serían los países y los pueblos más vulnerables.
Enfrentados a estos riesgos, podemos rendirnos ante las tendencias que harán que el mundo sea más pobre y menos estable. O podemos trabajar aun con más tesón en busca de estrategias que impidan la fragmentación del sistema monetario internacional, de la misma forma en que debemos trabajar juntos para hacer frente a amenazas mundiales como el cambio climático.
Debemos diseñar y construir la infraestructura que facilite una mayor integración. Para ello, debemos redoblar nuestra labor en el área de pagos transfronterizos.
En concreto, hoy quiero centrarme en la creación de una nueva infraestructura pública que conecte y reglamente diversos sistemas de pago para combatir la fragmentación del sistema monetario internacional.
Sería una nueva forma de conectar personas, mercados y economías en el mundo digital.
2. El sistema internacional de pagos
¿A qué me refiero con eso?
Debemos examinar los cimientos del sistema monetario internacional, lo que yo llamaría el sistema internacional de pagos. Este representa «las carreteras, los ferrocarriles, los puentes y los túneles» financieros que permiten el cambio de divisas y el flujo de capitales entre países.
Ese sistema incluye vínculos entre bancos corresponsales, sistemas de mensajería como Swift, redes de tarjetas de crédito y empresas de transferencia de dinero, así como mercados cambiarios y acuerdos entre bancos centrales.
A todas luces, el sistema internacional de pagos no es perfecto.
Los pagos transfronterizos son costosos, lentos, poco transparentes y escapan al alcance de muchos que más los necesitan. ¿Por qué? Porque muchas de las «carreteras» no llevan a ningún lugar; los «ferrocarriles» operan con distintos anchos de vía y los «túneles» no tienen buena iluminación. Cuando no es posible la interoperación de estas redes, los intermediarios crean conexiones y sacan su tajada.
Un buen ejemplo son las remesas. El costo promedio de una transferencia es 6,3%. Esto significa que unos USD 45.000 millones por año caen en manos de intermediarios y no llegan a los beneficiarios finales, entre los que se cuentan millones de hogares de ingreso bajo
Pero se presenta un desafío aun mayor: el sistema internacional de pagos también enfrenta el creciente riesgo de fragmentación que mencione previamente.
Algunos son riesgos estructurales: los proveedores privados de dinero digital prometen pagos transfronterizos baratos, pero a menudo dentro de su red cerrada de usuarios. Y también hay riesgos geopolíticos: algunos países pueden plantearse la posibilidad de crear sistemas paralelos y desarticulados para mitigar el riesgo de sanciones económicas.
Lo único que harían estos «bloques de pagos» es empeorar los efectos de «bloques económicos» más amplios, creando ineficiencias e imponiendo nuevos costos. Esto socavaría la productividad y los niveles de vida de todos los países.
Podemos lograr algo mejor. Debemos lograr algo mejor, y lograrlo más rápido.
Por ello, mi mensaje principal el día de hoy es este: los países deben trabajar en conjunto para construir nuevas «carreteras, ferrocarriles, puentes y túneles», usando plataformas públicas digitales para conectar los sistemas de pagos.
De esta forma los pagos internacionales serían más eficientes, más seguros y más inclusivos. Y lo que es fundamental, se reduciría el riesgo de fragmentación.
Escalar esta montaña no es tarea fácil, pero tampoco imposible. Vale la pena el esfuerzo. Y para ello, nuestros amigos suizos pueden oficiar de guías, dada su historia de cooperación y, más literalmente, su experiencia en alpinismo.
De hecho, debemos pensar como un alpinista en tres sentidos: usar equipos de última generación, adaptarnos al terreno existente y confiar en nuestro grupo.
3. Modernización del sistema internacional de pagos
a) Equipos de última generación
En primer lugar, debemos usar equipos de última generación, en especial nuevas tecnologías. En nuestros intercambios de hoy, se dijo que enviar dinero entre países puede ser una operación prácticamente instantánea y de bajo costo. Esa es una conclusión fundamental de varios proyectos experimentales realizados por el Centro de Innovación del BPI en cooperación con muchos bancos centrales que están representados en esta conferencia, incluido el Banco Nacional Suizo.
Un componente central de los programas piloto es la infraestructura pública. Esto implica plataformas digitales que faciliten la comunicación, el cumplimiento normativo, la competencia entre proveedores de pagos y, en última instancia, la liquidación de operaciones entre países.
Permítanme darles un ejemplo: Mi banco en Washington podría cambiar mis 10 dólares por una ficha digital, que luego se transferiría a través de una plataforma a un proveedor de pagos suizo que acreditaría la cartera de mi amigo en Zúrich. Esto es equivalente a enviar un billete de 10 dólares por correo, pero con la máxima rapidez y seguridad, y a un costo mínimo.
Sin duda, estas nuevas plataformas públicas continuarán evolucionando.
Sabemos que los países emergentes y en desarrollo tienen mucho interés en ampliar los servicios más allá de los pagos. ¿Podría la plataforma permitir el canje de una divisa por otra? ¿Sería posible que pares de monedas menos líquidos encontraran contrapartes interesadas?
En síntesis, las plataformas de pago podrían pasar a ser mucho más útiles para un universo mucho más amplio de usuarios.
Esta posible evolución dependerá de la capacidad para programar la plataforma. Por ejemplo, una pequeña empresa podría tomar cobertura contra el riesgo de tipo de cambio relacionado con un pago futuro. O una empresa financiera podría automatizar sus ofertas en una subasta de divisas que se ejecute en la plataforma. Esto abre la puerta a la innovación en el sector privado, la competencia y una mejor funcionalidad de la plataforma.
De esta forma se amplía el concepto de bien público: desde garantizar la firmeza de la liquidación hasta ofrecer una interface de programación normalizada, un lenguaje compartido para acceder y automatizar los servicios en la plataforma.
La cima de esa montaña posiblemente esté lejos, pero bien vale la pena explorar.
También está lejos la idea de una plataforma que conecte diversas modalidades de dinero que se utilicen y tengan curso legal en los países. Esto incluye los depósitos en bancos comerciales, pero también podría abarcar monedas digitales de bancos centrales, e incluso algunos sistemas de monedas estables, si están bien diseñados y reglamentados.
Una plataforma de esas características es especialmente importante para las economías con sistemas de pagos menos avanzados. Al adoptar diversas modalidades de dinero, podemos lograr que los pagos funcionen al servicio de todas las personas, en todos los países.
Pero necesitamos más que equipos de calidad.
b) Adaptarse al terreno
Esto me lleva a mi segunda idea: al igual que los buenos alpinistas, debemos adaptarnos al terreno. Esto significa construir plataformas que permitan a los países continuar con sus propios objetivos de política, en especial cuando se trata del flujo de capitales.
Como dije al comienzo, el sistema internacional de pagos repercute directamente en el sistema monetario internacional. Es así que, a medida que los pagos sean más eficientes, los flujos de capital continuarán evolucionando.
Posiblemente veamos un aumento general del flujo de capitales. Esto podría potenciar la inversión productiva y la integración de los mercados, y puede que observemos un aumento del flujo de capitales hacia países de ingreso bajo, o hacia sectores menos beneficiados.
Al mismo tiempo, una mayor eficiencia podría traer aparejados riesgos: desde más efectos de valuación y de contagio en el mercado financiero hasta reversiones abruptas de flujos de capital, lo que es especialmente perjudicial para los países en desarrollo con gran necesidad de financiamiento externo.
Para mitigar estas vulnerabilidades, los países se esfuerzan por tomar medidas acertadas de naturaleza fiscal, monetaria, estructural y jurídica. Y en algunos casos, recurren a medidas de gestión de los flujos de capital para desacelerarlos. Una de las razones por las que recientemente actualizamos el enfoque institucional del FMI sobre este tema es precisamente para ayudar a los países a responder con agilidad.
También cabe citar el riesgo de sustitución de monedas, que suele presentarse en países donde los hogares y las empresas prefieren operar y ahorrar en una moneda extranjera. Cuando la moneda deseada se digitaliza, y resulta más fácil de atesorar en un teléfono que bajo un colchón, el riesgo de sustitución de monedas da un salto.
Dicho esto, a medida que aumente la eficiencia de los pagos, algunos países posiblemente tengan que recurrir a medidas de gestión de flujos de capital para protegerse del riesgo de sustitución de monedas y crear espacio para fortalecer sus marcos monetarios y otras políticas.
También aquí yace un riesgo: pensemos en cómo podrían usarse los criptoactivos para eludir las medidas de gestión de flujos de capital, socavando así la estabilidad de las economías nacionales y del sistema mundial.
Un nuevo estudio del FMI, publicado hoy, expone claramente ese riesgo. Por esa razón, exhortamos a una regulación mundial integral y coordinada en esta área. También necesitamos mejores datos y tecnología, tales como la tecnología regulatoria y la tecnología de supervisión, para detectar automáticamente riesgos e irregularidades en los flujos de capital.
Estoy convencida de que una nueva infraestructura pública de plataformas para pagos digitales podría permitir que los países implementen estas y otras medidas con mayor eficiencia. Desde un primer momento, estas plataformas pueden calibrarse para satisfacer necesidades y objetivos normativos específicos de un país, y deben incluir medidas adecuadas para aliviar los riesgos.
De esta manera podremos transitar el terreno normativo en evolución por vías nuevas y mejores.
c) Confiar en tu grupo
Mi tercer punto es que los alpinistas nunca escalan solos. Confían en su grupo y en las reacciones y señales bien aprendidas para lidiar con imprevistos. Esto es fundamental para modernizar el sistema internacional de pagos y mitigar la fragmentación. Ante todo, significa tener una gestión de gobierno adecuada.
¿Quién podrá acceder a estas plataformas de pagos transfronterizos? ¿En qué condiciones? ¿Quién administrará, gestionará y supervisará estas plataformas? ¿Cuál es la función del sector privado? Debemos responder a estas preguntas y acordar un conjunto de reglas claras para el futuro.
Una cosa es indiscutible: la previsibilidad facilitará la integración, mientras que el exceso de discrecionalidad posiblemente agudizará el riesgo de fragmentación.
Esta puede bien ser la parte más dura de la escalada.
En materia de gobernanza, los que decidirán a fin de cuentas serán los países. Sin embargo, las organizaciones internacionales, como el FMI, el Banco de Pagos Internacionales (BPI) y el Consejo de Estabilidad Financiera (CEF), pueden cumplir una función importante. Podemos sugerir soluciones concretas, promover el consenso y unir no solo a las autoridades encargadas de las políticas sino también sumar las voces de las empresas privadas y la sociedad civil.
4, Conclusión
Para concluir, quiero inspirarme nuevamente en nuestros amigos suizos.
Cuentan que en 1291, tres famosos alpinistas escalaron una montaña cercana a donde estamos hoy día. Un alpinista era del cantón suizo de Uri, otro de Schwyz y el tercero de Unterwalden.
En la cima, se juraron lealtad mutua, lealtad a normas comunes y cooperación en caso de amenazas externas.
Su acuerdo se celebra como la fundación de la Confederación Suiza hace ya más de 700 años.
Al igual que estos alpinistas, nosotros debemos trabajar en equipo. Juntos, podemos afianzar al sistema internacional de pagos para respaldar el mundo digital del mañana y para promover un sistema monetario internacional que genere mayor estabilidad y prosperidad para todos.