Lo más probable es que tengamos un crecimiento a un ritmo más moderado, pero no una caída en variables económicas como el PIB, el empleo o la actividad comercial.
Esta es una pregunta que se hace cada vez con mayor frecuencia.
Hace unos cuantos días, Bank of America presentó su estimación del crecimiento del PIB para este año y señaló que espera que en México haya una caída de -0.5 por ciento.
Aunque todavía son pocos los analistas que suponen que habrá un retroceso de nuestra economía este año, hay ya cuatro que estiman que el crecimiento será de medio punto o menos.
El consenso señala un estimado de 0.9 por ciento.Creo que algo que puede ocurrir en el curso de los próximos meses es un cambio de percepciones parecido al que tuvo lugar en 2022.
Si recordamos cuál era el pronóstico para el crecimiento económico de enero del año pasado, encontramos que la estimación del consenso era de 2.3 por ciento.
El resultado, que conoceremos preliminarmente el 31 de enero próximo, será muy probablemente de 3.2 por ciento, casi un punto porcentual por arriba de las previsiones iniciales.
¿Por qué creo que eventualmente van a elevarse las estimaciones del PIB en los próximos meses?
Por una parte, por el hecho de que aún existe duda respecto a la profundidad y duración de una posible recesión en Estados Unidos.
Existen algunas variables que se ven sumamente robustas, claramente el empleo.
El último dato, correspondiente al mes de diciembre, señaló la creación de 223 mil nuevos empleos, si bien la cifra es menor que en meses anteriores, la economía sigue demandando fuerza laboral y la tasa de desempleo está en 3.5 por ciento, por lo que se considera que la economía está virtualmente en pleno empleo.
Incluso, los indicadores de remuneración también se encuentran elevados, lo que indica que persiste una fuerte demanda de trabajadores.
Esto no es compatible con un escenario de recesión.
Pero, aun suponiendo que sí se presentara ésta, lo más probable es que se trate de una recesión corta y poco profunda.
No por ello dejaría de tener un impacto en la economía mexicana, particularmente en los sectores y regiones que se encuentran asociados a la exportación.
Sin embargo ese efecto presumiblemente sería leve.
Por otro lado, no debemos olvidar que el consumo privado representa el 69 por ciento del PIB.
Esto significa que la dinámica económica va a estar fuertemente influida por lo que ocurra en nuestro mercado interno.
Hasta ahora, pese a que hay indicios de desaceleración en el consumo privado, no hay evidencias de que vaya a presentarse una caída.
Variables como, por ejemplo, el crédito al consumo crecen todavía a tasas elevadas, un 9 por ciento en términos reales en noviembre.
Las revisiones salariales contractuales siguen también a tasas altas y el incremento del salario promedio de cotización hasta el mes de diciembre fue de 11 por ciento.
El monitor de consumo de BBVA también indica que, luego de un freno en noviembre, se presentó un repunte en el mes de diciembre.
Esto no significa que no vaya a presentarse una desaceleración, pero es algo diferente a una recesión.
Lo más probable es que tengamos un crecimiento a un ritmo más moderado, pero no una caída en los niveles de variables económicas como el Producto Interno Bruto, el empleo o la actividad comercial.
Por eso, el crecimiento del PIB para este año, a mi parecer, estará por arriba del 1 por ciento, aunque por lo pronto se ve difícil que llegue al 2 por ciento.
Como siempre, el ritmo económico va a ser diferenciado por sectores y regiones, y si en otras ocasiones han sido los que se asocian a la exportación los más beneficiados, probablemente en las circunstancias de este año lo que tengamos es un mejor desempeño en aquellas regiones y sectores vinculados de manera más cercana con el mercado interno.