Durante las últimas semanas, en la medida en que la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia en Ucrania se dirige hacia un “Armagedón” nuclear, como lo reconoció el propio presidente Biden, y lleva la inflación a niveles históricos, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha incrementado los llamados de su Gobierno a una resolución negociada, mientras condena a Rusia, Ucrania, EE.UU., las potencias europeas y la ONU por la intensificación del conflicto.
En su mañanera del lunes, AMLO pidió una tregua de cinco años y advirtió sobre las pruebas de misiles nucleares planificadas por la OTAN y Rusia, afirmando, “algunos que ni puntería tienen y que eso es lo que preocupa más”.
Criticó “mandar armas a los países donde hay conflictos y meterse en los asuntos internos de los países… Ya bombardearon un puente. Ya sabotearon un gasoducto. Ya hubo una declaración de que estamos a punto de que alguien aprete el botón”.
La ONU está de “adorno”, dijo, cuando “debería estar demandando diálogo y paz todos los días. ¿Escuchan ustedes algo de la ONU? ¡Nada!”.
López Obrador subrayó: “Que no nos metan a nosotros. Nosotros no somos bélicos, tenemos relaciones con todos los pueblos del mundo. La política nuestra es no a la guerra. Sí a la paz. La política nuestra es de neutralidad, no estamos con ninguna potencia hegemónica en el mundo… En este caso, hemos actuado y lo seguiremos haciendo, de manera neutral”.
Estos comentarios siguen a los que hizo el Día de la Independencia, el 16 de septiembre, tildando de “irracionales” la guerra en Ucrania, las sanciones occidentales y el envío masivo de armas a Ucrania. Dijo en un discurso visto por decenas de millones, “Las grandes potencias se posicionan ante el conflicto solo para servir a sus intereses hegemónicos… y los intereses de la industria bélica”.
Los envíos de armas a Ucrania, añadió, “únicamente han servido para agravar el conflicto, producir más sufrimiento de víctimas, de sus familiares y de refugiados, para agravar el desabasto de alimentos y de energía y para impulsar la inflación mundial, fenómenos todos que perjudican a la gran mayoría de los pueblos del mundo”.
Tras citar las invasiones de México por parte de Francia y Estados Unidos, concluyó llamando a un cese al fuego y una resolución negociada y medada por el Papa Francisco, el primer ministro ultraderechista indio Narendra Modi y el secretario general de la ONU, António Guterres.
Entre otras declaraciones similares, el 5 de octubre, AMLO denunció la propuesta del Parlamento Europeo de nominar al presidente ucraniano Zelenski para el Premio Nobel de la Paz. “¿Cómo puede uno de los actores de la guerra recibir el Nobel de la Paz?”, dijo incrédulo.
Ese día, Zelenski se pronunció en video ante la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos reunida en Perú y llamó a las naciones latinoamericanas a apoyar Ucrania, incluyendo las sanciones contra Rusia.
El día siguiente, AMLO respondió a Zelenski indicando que las sanciones son “irracionales” y solo exacerbaron “el sufrimiento para la gente”. México, Argentina y Brasil luego se rehusaron a firmar una declaración ante la cumbre de la OEA que solo condenaba a Rusia por la guerra.
Si bien las declaraciones de AMLO tienen ciertamente un elemento de demagogia e hipocresía, el hecho de que el Gobierno del vecino y principal socio comercial de EE.UU. lo culpa por escalar la guerra en Ucrania a favor de sus “propios intereses hegemónicos” es un golpe para la propaganda de guerra de EE.UU. y la OTAN, que argumenta que todo estaría bien en el mundo si Putin no hubiera invadido Ucrania.
La misma semana en que el Gobierno de Biden anunció su Estrategia de Seguridad Nacional, que planea una guerra mundial contra Rusia y China para “ganar la competición por el siglo veintiuno”, el líder electo en México, cuyos recursos, industrias y territorio constituyen un pilar para la economía y el ejército de EE.UU., declaró “neutralidad”.
Bajo el subtítulo “Avanzando la democracia y prosperidad compartida en el hemisferio occidental”, la estrategia de Biden dice: “Nuestra prioridad es trabajar con Canadá y México para avanzar una visión norteamericana del futuro que haga uso de nuestras fortalezas compartidas y refuerce la competitividad global estadounidense”.
Tras décadas de integración de las cadenas de suministro de Norteamérica para facilitar la competición del imperialismo estadounidense y canadiense contra sus rivales económicos en Europa y Asia, los cierres iniciales durante la pandemia demostraron que todas las grandes industrias estadounidenses ya dependen de proveedores mexicanos.
Después de un Diálogo de Alto Nivel de Seguridad entre México y EE.UU. el jueves, el secretario de Estado Antony Blinken denunció las declaraciones de AMLO sobre la guerra. “No hay neutralidad cuando estamos hablando sobre anexiones”, dijo. “Lo importante es preguntarse si los valores de la ONU se ven reflejados en la posición de México”.
No cabe duda de que estos comentarios apenas dan una idea de las amenazas y el matonismo a puerta cerrada. Esto fue evidenciado por el voto de México en apoyo a la resolución de la Asamblea General de la ONU condenando la anexión rusa de cuatro nuevos territorios en el este de Ucrania. El embajador mexicano ante la ONU, Juan Ramón, dijo en un discurso que la anexión “representa una escalada del conflicto armado, incluyendo una amenaza nuclear o un accidente nuclear” y llamó a una tregua inmediata. El 2 de marzo, México también votó a favor de una resolución condenando la invasión rusa de Ucrania.
En una rueda de prensa conjunta el jueves, el canciller mexicano Marcelo Ebrard también se vio obligado a clarificar que un acuerdo de exploración espacial con Rusia anunciado el fin de semana pasado era realmente de septiembre de 2021 y no entró en vigor.
En un discurso el lunes, el jefe diplomático de la Unión Europea, Josep Borrell, denunció a Turquía, India, Brasil, Sudáfrica, México e Indonesia como “Estados bisagra” que “crean esta desordenada multipolaridad”. Luego, arremetió contra AMLO, declarando, “Fíjense en el reciente discurso del presidente de México. ¿Quién es nuestro delegado de México? ¿Está aquí? Escuchó lo que dijo el presidente mexicano sobre nosotros recientemente”. Hizo estas declaraciones intimidatorias segundos antes de denunciar el supuesto “imperialismo” de Putin.
Caminando en la cuerda floja, AMLO declaró el miércoles que no tenía ningún problema con que el presidente ucraniano hablara ante el Congreso mexicano. Ya el 10 de junio, México había firmado una declaración conjunta con EE.UU. y Canadá condenando la invasión rusa de Ucrania. “Nuestras respuestas coordinadas a la agresión rusa contra Ucrania, incluyendo los llamamientos para establecer una vía diplomática, demuestran la importancia de la solidaridad norteamericana”, decía la declaración, prometiendo en el mismo párrafo “fortalecer nuestras relaciones, lo que es clave para nuestra seguridad y prosperidad colectivas”.
Al mismo tiempo, el imperialismo estadounidense y canadiense buscan consolidar aún más las cadenas de suministro norteamericanas como plataforma para librar guerras económicas y militares. En última instancia, esto presenta nuevas oportunidades empresariales para la patronal mexicana que representa AMLO.
Un elemento crucial de este proceso han sido los semiconductores y los microprocesadores avanzados, la mayoría de los cuales se producen en Taiwán. El Gobierno de Biden no solo ha colocado a Taiwán al frente de sus provocaciones bélicas contra China, sino que la semana pasada prohibió la exportación a China de microprocesadores avanzados y de los equipos para producirlos.
El 12 de septiembre, Blinken y la secretaria de Comercio de EE.UU., Gina Raimondo, se reunieron con AMLO y otros altos funcionarios mexicanos para indicarles que a las empresas de semiconductores que están recibiendo incentivos para trasladar su producción a EE.UU. “les gustaría que el resto de su cadena de suministro estuviera en Norteamérica, en México específicamente”. En otras palabras, quieren un mayor acceso a la mano de obra barata y los recursos de México.
En la reunión, AMLO respondió positivamente al anuncio de inversiones en semiconductores, que es abiertamente una preparación para la guerra.
En última instancia, el Gobierno capitalista de México buscará utilizar las tensiones geopolíticas para extraer inversiones y otras concesiones de EE.UU. y Europa para las corporaciones y los bancos mexicanos, que están totalmente sometidos a sus patrones imperialistas.
Aunque está claro que las declaraciones de AMLO reflejan una preocupación muy real de que el conflicto se convierta en una guerra mundial nuclear, AMLO es fatalmente hostil a la única fuerza social que puede derrotar a las principales potencias imperialistas y poner fin a sus descabellados planes de guerra mundial: la clase obrera internacional.
Como todos los demás políticos capitalistas, López Obrador no está dispuesto ni es capaz de hacer un llamado a los trabajadores de Estados Unidos, Europa, Rusia, México y otros países para que se movilicen de manera masiva y política contra esta amenaza existencial para la humanidad. Corresponde a los trabajadores y a la juventud construir este movimiento basado en un programa revolucionario y socialista.